lunes, 25 de mayo de 2009

Eszcheva

Telarañas, polvo y algún simpático ratoncillo son mi única compañía. El silencio resuena en mi interior, roto por las voces de extraños que se acercan a explorar los alrededores, mi aspecto es de color amarillento, con las grietas características de la vejez, nadie me pinta o me viste con vivos colores, como hacían mis últimos inquilinos, una pareja, con los que conviví durante décadas, cuando el murió, ella se mudo a una residencia.
De eso hace tanto tiempo que ya no puedo recordar cuando se vaciaron las habitaciones y paredes, quedando solo un viejo cuadro, que nunca me gusto.
He observado incrédula como calidos caminos de arena con árboles esbeltos se convertían en carreteras ruidosas, bloques de cemento, que parecen panales mas que verdaderos hogares, sustituyen a hermosos caserones donde podías disfrutar de las estrellas sentado en el porche. No se ven niños correteando en el campo sino las estresantes aglomeraciones del centro comercial, construido encima de un fértil huerto, que desprendía un aroma frutal.
Es temprano, oigo ruidos, son esas maquinas que derribaron a mi vecina, tiemblo, vienen por mi, son enormes, sus dientes de metal arrancan trozos de mi cuerpo, sin piedad, sin importa mi historia, si pudiera hablar, gritar todo lo que he vivido.
Hablan del futuro, de casas de lujo, no entiendo que dicen, yo solo he visto la desaparición de los valores que antaño eran importantes.
¿Evolución es sinónimo de destrucción? La respuesta no llega y me desplomo lentamente.
Muero y caeré en el olvido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario