jueves, 23 de julio de 2009

Julián Tequera.

Freddy “Caramierda” no era precisamente un buen tipo. A nadie le importaba porqué no lo era, pero todos tenían claro que preferían no verlo aparecer por el club. Aquella noche la tormenta ya se desencadenaba fuera, pero dentro la sensacn reinante era la de un hedonista desparpajo que duraba desde que la guerra había concluido. Los crespones tricolores y los carteles desvencijados aún lucían en el techo y por encima del escenario.

En un lateral la orquesta tocaba envuelta entre el humo y aprovechando el mismo, unas mujeres tocaban a su vez a alguno de los músicos, que por lo que sonaba parecían más interesados en dar una buena nota con su instrumento inferior que con el otro.

Freddy se sentó en una mesa, no importaba que en ella hubiera gente, ya que sabía que en pocos segundos estaría sólo, es una de las ventajas que le daba ser un hijo de puta confeso. Sacó su petaca y alegró una de las intactas sodas que se habían dejado en la mesa. En ese momento ella apareció en el escenario, era el número de las plumas que llevaba realizando varios años, las malas lenguas decían que había tenido que incorporar un par más de faisanes a su atuendo para tapar los varios quilos que se había añadido a base de vodka, lujuria y cocaína. Aun así a Freddy le gustaba la chica y le gustaba más aún que le hubiera pedido que fuera a verla. Pensaba que la noche iba a acabar como a el le gustaba, aunque fuera con sólo una chica y no tuviera ni que pagarle ni golpearla. Aunque eso le contrariaba un tanto, no dejaba de parecerle un plan apetecible.

Cuando acabó su número, Deede volvió a su camerino, mientras se quitaba el traje y se desmaquillaba se metió en el cuerpo un par de quantró’s para tener el valor de sentarse con el “caramierda”. El tipo simplemente le repugnaba, en su cabeza estaba la frase que decían de el, que era un tipo tan deleznable que ni las cucarachas visitaban su casa por miedo a que las violara y les quitara la novia. Pero ella le necesitaba e iba a hacer lo necesario para salirse con la suya.

Con una sonrisa más falsa que Judas, Deede acudió a la mesa de Freddy, este le dijo que se dejara de rodeos y le dijera que quería que hiciera y que él haría lo mismo después de aceptar el encargo. El asunto era matar a un tipo, Johnny, un admirador demasiado pesado y con cierta facilidad para meter en líos a la cabaretera, además ella le debía mucho dinero, aunque eso no se lo dijo a Freddy. Simplemente estaba harta de tener que compartir la cama con un amante mediocre que se creía con todos los derechos, a ella le gustaba su cocaína, pero sólo eso.

-Me la chuparás y te daré por el culo-, con esas escuetas palabras Freddy aceptó el trato mientras ponía su precio. A ella le pareció bien. Al fin y al cabo con Freddy sólo sería una vez y quitaría a Johnny y a su deuda de en medio de un plumazo, sonrió al pensar que los plumazos seguían siendo su especialidad.

Un par de horas más tarde el caramierda esperaba a su víctima en la salida de un hotelucho, ella le había dicho que pasaba por allí para hacer negocios. El tipo salió y en un callejón oscuro le dio pasaporte. Aprovechó para robarle, no para que pareciera un robo, sólo por deporte. Así era el caramierda.

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