jueves, 23 de julio de 2009

Espada

-Entré en aquella taberna, sabía que me estaría esperando, hacía tiempo ya que tenía ganas de verle, de tener una conversación con alguien que se que me entiende, sin sentirme rodeado por hienas que esperan la oportunidad para, entre risas y de un bocado, terminar de desgarrar esa herida que jamás se cierra. Una conversación con quien no me juzga ni intenta radicalizar mis sentimientos, simplemente me escucha. Esperaba que fuera diferente, que la noche y sus caminos no obstaculizaran esta labor ni la relegaran a un segundo plano o la convirtieran en algo ficticio pero claro, justo entonces llegó aquel brujo, cuando quise darme cuenta sus pócimas envenenadas me habían sumido en un estado de semiinconsciencia y despojaron a mis palabras de credibilidad.

-Cuando parecía que todo quedaría en un balbuceo sin sentido, hacia el cual el brujo me había empujado, la noche vino en mi rescate. La noche, ese instante que desde que consigo recordar me ha guardado, me ha introducido en su halo de protección y ha cuidado de mí sin preguntas, sin juicios, mi ángel de la guarda, mi guarida. Mis palabras volvieron a adquirir el significado para el que habían sido pronunciadas y consiguieron llegar a su destino. Por fin pudimos compartir nuestras alegrías y desdichas y volver, al menos por un instante, a ser lo que éramos hace ya casi dos lustros.

-Después de tantos años no recordaba lo que la noche ha supuesto para mi. Siempre se ha dicho que la noche es sinónimo de peligro, inseguridad, miedo pero para mi es todo lo contrario. La noche me resguarda, me alivia, oculta esas luces que ciegan mi camino y me exponen a todo un ejército de ojos que, sin parpadear, observan cada uno de mis pasos para saltar sobre mi al mas mínimo tropezón. Me proporciona seguridad y me permite despojarme de esa máscara que tanto peso ejerce sobre mí y oculta la cara de quien realmente soy. La noche, en mi cabeza, ha pasado de ser un momento más del día a convertirse en algo tangible, físico, casi una persona, ese amigo que espero con impaciencia durante el día y al que lloro cuando se acerca la despedida.

-La noche ha pasado, ha llegado la mañana, es hora de despedirse de él, ¿hasta cuando?, no lo sé pero esperaré impaciente el próximo encuentro para poder, de nuevo, volver a formar ese trío en el que tan integrado me siento y con el que puedo aparcar mi máscara en el que cajón donde se guardan las cosas que nunca debieron haber existido, aunque solo sea hasta que ese trío vuelva a disolverse.

-Han pasado algunos días, se acerca la noche, el manto plateado que, en breve, se extenderá sobre el agua, volverá a secar mis lágrimas un día más y este líquido opaco en el que se ha tornado el agua de este lago, empapará mis raíces procurando mantenerme vivo hasta la próxima cita. Mientras tanto yo, observo las estrellas preguntándome si habrá otros como yo, si no seré el único que no se reconoce entre los que se dicen sus iguales y oigo retumbar en mi cabeza esas palabras cargadas de cariño que hace años alguien me dijo: “no importa lo lejos que estés, si sientes tus fuerzas flaquear mira al cielo en la noche y recuerda que yo estaré haciendo lo mismo mientras pienso en ti”.

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